Iglesia Anglicana

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San Andres Apostol

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La Iglesia Imaginada

Por el Rev. Rafael Arencón
Presbítero de la Iglesia de la Natividad (Reus)


Buena parte del protestantismo español es deudor, en su madurez y consolidación, del gran trabajo realizado por el obispo anglicano Juan Bautista Cabrera. No se ha valorado aún en grado suficiente el significado de su obra. Se le ha encuadrado habitualmente en la línea de innovación religiosa, política y social que va pareja a la consolidación del liberalismo moderado en la Restauración. Sin embargo, esta simplificación no parece conciliarse con los hechos.

La confusión debe su origen en buena medida a las explosiones de ira de prelados católicos como el arzobispo de Granada, D. José Moreno Mazón, ante la consagración de la catedral anglicana de Madrid (1894): "Si los sentimientos católicos de los españoles han sido cruelmente heridos con los últimos acontecimientos de la capilla protestante y de las innovaciones heréticas implantadas desde hace largos años en España por el espíritu revolucionario de los tiempos modernos, es porque han visto en esto gravísima ofensa hecha a Dios, a su Unigénito Hijo Jesucristo, a su Inmaculada Madre María y a la Iglesia Santa", escribía el prelado católico-romano.

El grito en el cielo puesto por la jerarquía católico-romana hizo parecer al naciente protestantismo español como aliado de la Modernidad y de su visión racionalista de la existencia. Una especie de herejía anti-tradición y extranjerizante. Pero nada más lejos de la realidad.

El Obispo Cabrera era lo que hoy en términos ideológicos (que no necesariamente políticos) podría llamarse un "conservador progresista". En lenguaje popular estos dos conceptos pueden parecer enfrentados, pero realmente no es así. Lo contrario al Progreso no es la Conservación sino el Inmovilismo. Cabrera veía en la tradición del cristianismo español un profundo y eficaz agente de progreso individual y colectivo. Las glorias de la antigua Iglesia española eran sus referentes; ciertamente algo idealizadas, pero sin duda plenamente eficaces como imagen romántica con la que re-conectar y desde la que proyectar un cristianismo más auténtico para el cambio de siglo.

Por eso mismo, Cabrera realmente compartía la filosofía de las críticas con las que sus detractores caracterizaban su obra. Pero, como si de un boomerang se tratara, devolvía estas críticas a sus emisores. ¿Extranjerizante? Lo eran quienes habían impuesto una liturgia romana a un pueblo de tradición cristiana mozárabe. ¿Innovaciones contrarias a la tradición? El Concilio Vaticano I era un claro ejemplo, promulgando nuevos dogmas como la infalibilidad papal.

Este apego de Cabrera por el cristianismo de los primeros siglos era profundamente progresista. La obra de Cristo en nosotros y por nosotros pone las bases para nuestro renacer como individuos y como sociedades. La Iglesia fiel a sus orígenes es el agente más válido para la obra transformadora del Espíritu, para llevarnos a una nueva Edad de madurez personal y comunitaria. Un discurso muy acorde con la visión del Romanticismo sobre el hombre verdadero: "es la imaginación, que vive para siempre", en palabras de William Blake.

Cabrera puso su mirada en la Iglesia de los primeros siglos e imaginó unos cristianos, una Iglesia que encarnasen realmente los valores del Reino y desafiasen todo convencionalismo y domesticación. Una Iglesia y unos cristianos que pusieran su empeño en liberar de miedos al ser humano y le permitieran sostener de nuevo alta la mirada:

"Eleva, alma mía, tu mente a los cielos,
Y allí en luz y gloria contempla al Señor;
No temas humilde llegarte a Su trono
Que es trono de gracia fundado en amor."


Juan Bautista Cabrera
Primer Obispo de la:

Iglesia Española Reformada Episcopal

1 comentario:

  1. Hemos de dar pasos hacia el futuro, sabiendo que lo decisivo para el porvenir de nuestras comunidades no son las estructuras, sino nuestro estilo de vida; no es el número, sino la calidad del seguimiento a Jesús; no son los entendidos, sino los testigos. Hemos de aprender a vivir el Evangelio cambiando. Despedir la nostalgia lo que ya no abre caminos al reino de Dios y estar más atentos a lo germinal. Volver con sencillez a la novedad primera del Evangelio, sabiendo que lo nuevo no es necesariamente distinto, pero sí algo más coherente y más fiel a Jesús y a su proyecto del reino.

    Si podemos ser hermanos es únicamente por Jesucristo y en Jesucristo.

    Un abrazo
    Fco. Javier, presbítero

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