El Papa Francisco y el Obispo Munib Yunan, Presidente de la
Federación Mundial Luterana firmaron una declaración conjunta al término de la
oración conjunta que celebraron en la catedral luterana de Lund el primer día
de la visita del Pontífice a Suecia.
“Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y
Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su
compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros”, dice
el texto.
A
continuación, el texto completo de la Declaración:
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no
puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí» (Jn 15,4).
Con corazones agradecidos
Con esta Declaración Conjunta, expresamos gratitud gozosa a
Dios por este momento de oración en común en la Catedral de Lund, cuando
comenzamos el año en el que se conmemora los quinientos aniversarios de la
Reforma. Los cincuenta años de constante y fructuoso diálogo ecuménico entre
Católicos y Luteranos nos ha ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho
más profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos
acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en
circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el
testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que lo
que nos une es más de lo que nos divide.
Pasar del conflicto a
la comunión
Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones
espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos
y lamentamos ante Cristo que Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad
vivible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el
prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines
políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una
conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los
conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado
no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede ser
trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que
nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y
violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la
religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier
conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la
comunión, a la que Dios nos llama constantemente.
Nuestro compromiso
para un testimonio común
A medida que avanzamos en esos episodios de la historia que
nos pesan, nos comprometemos a testimoniar juntos la gracia misericordiosa de
Dios, hecha visible en Cristo crucificado y resucitado. Conscientes de que el
modo en que nos relacionamos unos con otros da forma a nuestro testimonio del
Evangelio, nos comprometemos a seguir creciendo en la comunión fundada en el
Bautismo, mientras intentamos quitar los obstáculos restantes que nos impiden
alcanzar la plena unidad. Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea
(cf. Jn 17,21).
Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la
Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el
dolor de los que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la
presencia redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra
conjunta responsabilidad pastoral para responder al hambre y sed espiritual de
nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo. Anhelamos que sea sanada esta
herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el propósito de nuestros esfuerzos
ecuménicos, que deseamos que progresen, también con la renovación de nuestro
compromiso en el diálogo teológico.
Pedimos a Dios que Católicos y Luteranos sean capaces de
testimoniar juntos el Evangelio de Jesucristo, invitando a la humanidad a
escuchar y recibir la buena noticia de la acción redentora de Dios. Pedimos a
Dios inspiración, impulso y fortaleza para que podamos seguir juntos en el
servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de
los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia.
Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia,
paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que
termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y
comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros,
Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al
extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a
causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados
y de los que buscan asilo.
Hoy más que nunca, comprendemos que nuestro servicio
conjunto en este mundo debe extenderse a la creación de Dios, que sufre
explotación y los efectos de la codicia insaciable. Reconocemos el derecho de
las generaciones futuras a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y
belleza. Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud
amorosa y responsable en el cuidado de la creación.
Uno en Cristo
En esta ocasión propicia, manifestamos nuestra gratitud a
nuestros hermanos y hermanas, representantes de las diferentes Comunidades y
Asociaciones Cristianas Mundiales, que están presentes y quienes se unen a
nosotros en oración. Al comprometernos de nuevo a pasar del conflicto a la
comunión, lo hacemos como parte del único Cuerpo de Cristo, en el que estamos
incorporados por el Bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecuménicos
para que nos recuerden nuestros compromisos y para animarnos. Les pedimos que
sigan rezando por nosotros, que caminen con nosotros, que nos sostengan
viviendo los compromisos de oración que manifestamos hoy.
Exhortación a los
Católicos y Luteranos del mundo entero
Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y
Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su
compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez
de los conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará
la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad. Nosotros, Católicos y
Luteranos, acercándonos en la fe a Cristo, rezando juntos, escuchándonos unos a
otros, y viviendo el amor de Cristo en nuestras relaciones, nos abrimos al
poder de Dios Trino. Fundados en Cristo y dando testimonio de él, renovamos
nuestra determinación para ser fieles heraldos del amor infinito de Dios para
toda la humanidad.
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